Siempre he tenido un espíritu aventurero por lo que desde muy joven me había trazado la meta de viajar a la mayor cantidad de países posibles apenas tuviera la oportunidad y debo decir que logré hacerlo, pero las primeras veces fueron muy difíciles.

El primer viaje lo planifiqué junto a mis amigas y luego de una votación decidimos que viajaríamos a Japón, y debo decir que me tenía muy contenta porque es una cultura que siempre me interesó así que esta era una oportunidad maravillosa especialmente siendo tan joven.

Durante los meses previos al viaje me encargué de muchas cosas especialmente de estudiar frases cotidianas que me pudieran ayudar antes situaciones comunes mientras estuviera allá.

No voy a mentir estudié arduamente y traté de aprender perfectamente todas estas palabras para comunicarme de manera efectiva así que me creía lo suficientemente preparada como para no dejar que ninguna situación me sobrepasara aparte de eso quería disfrutar al máximo de mi primera experiencia siendo lo más independiente que pudiera.

No tenía tanto miedo porque una de mis compañeras era un estudiante de intercambio que venía precisamente de este país así que sabía que si me encontraba en un problema real ella iba a ayudarme.

Por fin llegó el día de viajar y desde que llegamos mi amiga se encargó de ser nuestra guía turística y lo hizo realmente bien porque disfrutamos un montón, sin embargo, el cambio de clima hizo que ella enfermara un poco por lo que el tercer día de recorrido dijo que se quedaría unas horas en el hotel, por esta razón salimos las otras 4 a visitar un restaurante en el que comimos la primera vez.

A la hora de pagar una de mis amigas se encargó mientras yo iba al baño, cabe destacar que nunca había visitado el baño de ese local por lo que llegado el momento no sabía qué botón presionar para completar el proceso, lo peor de todo es que al ser un lugar muy tradicional nada estaba escrito en inglés. Debo confesar que pasé un buen rato encerrada en el baño, pero como no llevaba mi teléfono no tenía idea de cuánto había pasado.

De verdad que traté de traducir algunos caracteres, pero me escaso conocimiento no fue suficiente. Escuchaba a otras clientas murmurar afuera pero como no entendía lo que decían no me importaba mucho.

Luego de un largo debate interno decidí presionar el único botón que le lucía diferente, uno de color rojo. 

Para mi sorpresa una alarma se activó y hacía un ruido enorme y yo no sabía cómo apagarla. Primero me quedé encerrada esperando a que se acabara el ruido y después con mucha vergüenza y mi cara enrojecida salí corriendo del baño.

En la puerta me topé con unos guardias de seguridad que intentaban preguntarme cosas y finalmente me puse a llorar.

Mi amiga japonesa apareció como mi heroína diciéndome que yo había activado la alarma anti violación y que por eso había causado tanto revuelo en el lugar. Después de ese día no volví a usar ese baño.