Juan estaba muy emocionado ¡Era su primera vez volando! Y mejor aún, lo haría en vuelo a la ciudad de Nueva York. Tan solo 12 horas lo separaban de subirse a un avión y vivir las vacaciones de sus sueños.
Todo estaba listo, Juan se había asegurado de empacar todo lo necesario en su maleta. – Gafas de sol, cargador para el móvil, cámara – Y de pronto ¡Una mueca de terror! – ¿Y mi pasaporte?
El estrés y la preocupación se dispararon a niveles récords en Juan. Asustado, comenzó a correr de un lado a otro buscando dónde estaba su pasaporte. Como cualquier persona, Juan buscó primero donde guardaba normalmente su pasaporte, en su cajón.
Con la certeza de saber que estaba ahí, Juan abrió el cajón, pero ¡No estaba! Su pasaporte no estaba donde debería estar. Eso lo puso aún más estresado porque en ninguno de los cajones donde guardaba los documentos importantes, estaba el pasaporte.
Decidió serenarse. – Piensa Juan, piensa – Quizás lo había guardado en algún otro lado, como en su escritorio donde hace Home Office. Así que, con la esperanza de que estuviese ahí, comenzó a buscar en cada uno de los espacios, folders y escondites de su escritorio.
Abrió cada una de sus libretas de notas, cada uno de sus libros de diseño, movió su PC esperando que quizá, el pasaporte estaba detrás ¡Y nada! Por más que vació su portafolio y su mochila de trabajo, su pasaporte no estaba por ningún sitio.
El siguiente sitio a buscar, la recámara. Puso pies arriba su dormitorio buscando en cada cajón de su armario, en cada perchero, en el bolsillo de cada abrigo. Incluso volteó su colchón esperando que estuviese debajo, pero nada. – Si fuese un pasaporte ¿Dónde me escondería? – Parece que Juan comenzó a perder la cordura.
Dos habitaciones más pasaron por la tormenta llamada Juan buscando su pasaporte. El baño y la cocina, pero en ningún sitio estaba. Por más que cerrara y volviera a abrir la alacena esperando que el pasaporte apareciera. O por más que revisara en el inodoro, este documento no aparecía.
Tras poner prácticamente toda la casa de cabeza, llegaría el reto mayor ¡La bodega! Juan no quería hacer eso, – No quiero buscar allí – había arañas, estaba oscuro y lleno de cajas, pero al final lo hizo. Así, se fueron un par de horas más buscando.
Al borde del colapso y con un taxi por llegar en 30 minutos, Juan estaba perdiendo la esperanza ¡Y congelándose! – Creo que hace mucho frío – Juan se abrazó a si mismo porque estaba helando. – Pero ¿Qué es esto? – Sintió algo rígido en su bolsillo, algo con la forma de, oh, espera ¡Su pasaporte!
La sonrisa y el brillo regresaron a Juan con la misma emoción de un chico cuando encuentra dinero tirado en la calle. Juan había guardado su pasaporte en el bolsillo de la chaqueta, como parte de sus preparativos, previo al aeropuerto.
Y así, Juan aprendió una valiosa lección. Buscar primero en sus bolsillos antes de crear una tormenta en su casa.
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