Según mi madre desde muy pequeño nunca fui un bebé risueño de esos que se reían con todos a su alrededor, sino que al parecer tenía un carácter muy diferente y prefería estar únicamente en brazos de mi madre o de mi padre.
Recuerdo que un día de esos estos chicos por diferentes motivos faltaron a clases por lo que la maestra sintió la obligación de integrarme con los demás, pero realmente no quería compartir con ellos.
Esa mañana tu niño llamado Gerardo que molestaba a todos y luego rompía en llanto logró terminar con toda mi paciencia, por lo que después de un buen empujón decidí levantarme y le di una bofetada.
Al escuchar esto la maestra pronto se acercó y por supuesto, Gerardo se victimizó diciendo que estaba sentado jugando tranquilamente y yo vine y lo golpeé, traté de defenderme, pero la maestra parecía muy decidida a no dejar pasar esta supuesta falta que cometí contra mi compañero, el más santo que no rompía un plato.
Luego de decirme que lo que hice estaba mal me comentó que en esos casos tendría que pasar por un castigo así que me llevó a un espacio que estaba junto a la zona de juegos donde se encontraba todos los juguetes y las cosas divertidas y me dijo que tendría que sentarme en una colchoneta mirando hacia ese lugar, pero sin poder jugar con lo que quisiera.
Tengo que señalar que a pesar de la ausencia de mis compañeros ese día no la pasé tan mal e inclusive me dio mucho sueño.
Ese día muy orgulloso le dije a mamá que aunque Lucas y Martín no habían ido había sido un día muy divertido, por supuesto, pensó que por fin estaba tratando de socializar con el resto de los niños por lo que se sintió contenta y me dijo que para seguir pasando días divertidos sería bueno que repitiera lo mismo que hice hoy y me tomé este consejo muy en serio.
Al siguiente día llegué y como a la mitad de la mañana fui hacia el lugar donde estaba sentado a Gerardo y le provoqué para que este me empujara cosa que no era difícil ya que el niño tenía problemas de comportamiento, luego de esto nuevamente recibió su cachetada y la maestra me dijo que ya sabía lo que me esperaba por lo que me señaló un rincón y nuevamente estuve sentado en esa colchoneta durante mucho tiempo.
A pesar de que no recuerdo mucho más de lo que hice, esa semana mi mamá me comenta que cada vez que estaba aburrido o uno de mis compañeros no iba a clases golpeaba a Gerardo para que me mandaran a ese lugar que era una especie de descanso donde no tenía que lidiar con los otros niños.
La maestra fue un poco lenta ya que varias cachetadas después se dieron cuenta de que más que un castigo este era un premio para mí, así que cuando lo volví a hacer su respuesta fue integrarme aún más a las actividades con los niños y ahí fue que comprendí que más nunca volvería a mi rincón sagrado donde no necesitaba socializar con nadie y dormía durante todo el día.
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