Cuando tenía 18 años le comenté a mi mamá que quería vivir mi propia experiencia laboral ya que al siguiente año entraría en la universidad y no quería estar todo ese tiempo libre sin hacer nada en casa.
A pesar de que en un inicio le había comentado que quería quedarme en casa para ayudarle con mi hermana pequeña, ella prefirió que trabajara fuera de casa ya que mi hermana para ese momento era una niña un poco malcriada y no me hacía caso para nada.
Mi madre aceptó y así fue como comencé a buscar ciertas ofertas laborales cerca de casa, quería ahorrarme viajes largos en autobús y además no quería estar muy lejos de casa. Pronto me topé con un anuncio de donde se solicitaba una empleada para una cafetería decidí entrar y la dueña del lugar será una persona que conocía a mi madre y me reconoció con tan solo verme.
Aunque el salario no era lo que me imaginé antes de salir de casa me servía para pagar ciertos gastos, y además esta señora mencionó que los clientes eran muy agradecidos y casi siempre daban propinas generosas.
Recuerdo comenzar un día martes y mis compañeros mencionaron que los viernes y sábados no solo asistían una gran cantidad de clientes, sino que además llegaban muchos de los que llamaban “rosas”, ni siquiera pregunté por qué le hacían así.
Efectivamente llegó el fin de semana muchas personas visitaron la cafetería, algunos amables, otros completamente callados sin embargo ninguno presentaba ningún inconveniente para mí.
La cuestión es que entra una ancianita muy linda caminando despacio y se sienta en una mesa alejada de la puerta, sin darme cuenta veo que muchas de mis compañeras la evitan y pretenden estar ocupadas.
Como estaba libre decidí ir hacia esa mesa y le pregunté amablemente y con una sonrisa que iba a pedir y ella contestó que quería una hamburguesa doble de queso con papas fritas y un jugo, pronto me retiré para llevar el pedido a la cocina. Una de las camareras me dijo “tu primer cliente Rosa ha llegado” pensé que les llamaban rosas debido a que eran amables, pero era porque tenían espinas.
Pasa el tiempo y sale su orden por lo que le sirvo y me retiro y a los 2 minutos me llama diciéndome que hay algo mal en su pedido me dice que no le gusta ese tipo de queso, sino que quiere otro, menos salado y con más sabor, además manifiesta que sus papas están crudas.
Inmediatamente después de que le llevé el segundo plato y apenas me volteé hizo el mismo comentario que quería devolver la comida porque no estaba como ella le había pedido.
Esta situación ya me había molestado ya que me recordó mi hermana, entonces le dije al cocinero que le haría lo mismo que a mi hermana. Le sugerí que cambiara de plato y que acomodara las papas alrededor de la hamburguesa y esperé unos minutos le llevé de nuevo la misma comida a la mesa.
La anciana le dio un buen bocado a la hamburguesa y me dijo que ese era el queso que le gustaba y que estaba en las papas estaban bien cocidas, y que yo sea amable no como las otras personas que todos los fines de semana la trataban mal en este lugar.
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