Cuando era pequeño recuerdo que en mi cumpleaños número 6 tuvimos que mudarnos de ciudad, por lo que mi mamá decidió meterme en un colegio a mitad de año. Tenía un poco de temor debido a que sentía que no podía adaptarme rápidamente ya que el primer día de escuela me di cuenta de que todos tenían su grupo establecido.
A pesar de que la maestra pasaba lista y los niños iban levantando la mano fue en el recreo que me di cuenta de que no usaban sus nombres normalmente.
A esa edad me costaba un poco comprender que los niños tuvieran dos nombres ya que a mí solo me habían puesto uno, y mucho menos tenía la capacidad de saber lo que era un sobrenombre, por lo que me guiaba por todo lo que escuchaba durante la interacción de los niños en clases y a la hora del recreo.
Fue en una de estas vacaciones que conocí a un niño qué curiosamente llevaba el cabello más largo de un lado que del otro, ese me pareció un rasgo muy curioso porque conocía sobre los cortes de cabello tradicionales así que de por sí el niño ya tenía una apariencia chistosa y me daba risa es solo verlo, por supuesto, el interpretaba esto como si me agradara mucho desde el inicio y nos hicimos amigos.
Ni siquiera le pregunté el nombre y no me di cuenta de cómo se llamaba mientras pasaba la lista, pero había un chico que siempre le llamaba taza y aunque me parecía un nombre curioso comencé a llamarlo así.
Por ejemplo, les decía a mis amigos “ya vengo voy a jugar con taza, llamen a taza para que juguemos por la pelota”, y estas típicas frases que usaría un niño compartiendo juntos a otros.
El caso es que conversé con mi mamá acerca de este amiguito ya que lo quería invitar a mi próxima fiesta de cumpleaños y cuando mi mamá me preguntó cómo se llamaba le dije que taza y la expresión de su rostro pasó a tener los ojos bien abiertos y comenzó a negar con la cabeza.
¿Cómo que se llama taza? nunca había escuchado ese nombre, y definitivamente debe ser un apodo y mi mamá tenía toda la razón.
La mañana siguiente cuando llegué al colegio decidí enfrentar a este niño que me había enseñado el nombre de mi amigo taza y cuando le pregunté por su nombre real me dijo que en realidad se llamaba Mario, solo que a ellos les gustaba decirle taza porque le faltaba una oreja.
Luego comenzó a reírse y señaló a otro niño al que llamaban Blancanieves porque tenía 7 hermanos, y aunque ahora no me parece tan gracioso, cuando era pequeño encontrar esas similitudes entre esos objetos conocidos y las personas era una completa novedad para un niño pequeño. Ahora mismo no haría esos chistes, y menos los promovería entre los niños más pequeños, pero sí parecía una pequeña tacita.
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